La fragilidad de la Democracia Universitaria
Un recorrido por los problemas que vive el alumnado, ayudándose de la visión unificadora que nos proporciona la Física moderna aplicada al mundo social (con todas los peligros que esto conlleva).
Cuando se intenta aplicar la Física a otros aspectos de la realidad para los que en principio no está "diseñada", surgen no pocas dificultades y contradicciones, lo cual no es sino una señal de la dificultad misma del problema que ahora nos planteamos. En general, la dificultad de los problemas puede surgir a través de varios aspectos: 1º) que el problema está mal formulado; 2º) que se afronta desde una perspectiva inadecuada.
Pero estos dos puntos no son más que términos perturbativos si consideramos otros como el modelo económico, el régimen político que éste conlleva, o la estructura cultural y social, que son los que realmente condicionan el planteamiento y la solución del problema, por la sencilla razón de que la economía es el motor que hace funcionar todo esto. ¿Fusión fría?
Desde esta perspectiva, el idolatrado método científico queda reducido a un tipo de análisis muy limitado del que forman parte multitud de factores incontrolados, y este punto no suele ser advertido por el científico (cuya preparación es deficiente en este sentido), cuanto menos por el ciudadano, que percibe la ciencia sólo a través de sus aplicaciones tecnológicas, y no como el sistema filosófico que fue en sus orígenes. Recuerdo una ocasión en el Instituto en la que debatíamos acerca de las teorías evolucionistas. Pese a que hacía más de un siglo que Darwin había propuesto su teoría, todos pensábamos aún como Lamark, aunque no teníamos muy claro que realmente se heredasen los caracteres adquiridos. Sin embargo, tengo oído de casos más extremos, como el de la aún vigente teoría del ímpetus aristotélico.
La consecuencia más inmediata de esta forma local de afrontar los problemas (que como he insinuado, responde a un paradigma político) es la pérdida de contacto de la ciencia con la sociedad en general, formándose una nueva casta, una élite (para mí las clases sociales son una forma de disgregación social).
***La élite científica: los burbaquistas.
***Se agotan las ideas. Crisis del XIX: sólo queda por hacer medidas más precisas.
***El diálogo social se niega por principio. Política alejada del ciudadano.
Desde el impulso positivista del siglo pasado por el que disciplinas, tales como la Psicología (Freud), se subieron al carro de la racionalización científica
***Ni tan siquiera otras disciplinas, algunas de cuyas ramas estamos viendo cómo buscan un nexo con la "ciencia" (con mayor o menor acierto) pueden ofrecer unos datos empíricos con un error aceptable.
Tampoco debemos perder de vista la dificultad añadida de que el objeto de estudio seamos nosotros mismos, cosa que condiciona fuertemente las conclusiones del problema.
Si a pesar de todos estos obstáculos persistimos en el empeño de proponer un nuevo punto de vista se debe a la necesidad de responder a las preguntas que jamás han podido ser descifradas, a las preguntas que nos involucran en ellas, a las preguntas sin cuya respuesta todo se queda en un frágil castillo de naipes, sin que ello signifique una búsqueda de la seguridad perdida, la búsqueda del sistema de referencia absoluto que nos permita definir unívocamente nuestro papel en el Universo.
Decir hoy en día que la Física, como disciplina científica, depende directamente de una gran cantidad de parámetros, no sólo económicos, como todo el mundo sabe, sino también políticos, sociales, culturales, etc., es poco menos que una blasfemia, teniendo en cuenta los niveles de idolatría cientifista que hemos alcanzado juntamente con el descrédito de todo lo relacionado con la política. No es nada raro encontrarse publicidad sobre detergentes científicamente testados u oír en tono despectivo cosas como "cuidado, esos han venido a hacer política". Hoy más que nunca, la sociedad parece tener muy claro cosas como la objetividad científica, dónde está la derecha y dónde la izquierda, qué son letras y qué son ciencias, de tal modo que todo aparece perfectamente ordenado en pequeñas cajitas todas ellas independientes entre sí. De hecho, los planteamientos educativos refuerzan esta visión separada de las distintas materias, propiciando que en algunos campos el trabajo parezca haberse agotado y solo reste limpiar, fijar y dar explendor. *** Edgar Alan Poe podría echarte una mano.
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Una compañera de clase me preguntó hace unos días mi opinión sobre una frase que había visto en un periódico y que decía algo así como: "quien transige respecto al fin acaba transigiendo respecto* a los medios". A uno se le viene a la cabeza esa otra de Niccolo Machiavelli: "el fin justifica los medios", que dicen sintetiza las ideas de este político del siglo xvi, y que fue la que tomamos como referencia para nuestra discusión por su mayor sencillez. Su pregunta venía a cuento por una confusión muy extendida —y a veces deliberada—, y que mezcla palabras como "intransigencia", con otras como "lucha", simplificándose los hechos sociales de tal modo que cualquier conflicto es una manifestación de la intolerancia, pues se sobreentiende que quienes lo han provocado quieren imponer su voz por la fuerza. Digo que es deliberada por el extenso uso que se le da a esta confusión, curiosamente, en los ámbitos más intolerantes y reaccionarios de nuestra sociedad. (cambian erradicación de la pobreza por aniquilación de los pobres, decía Hilhelm Reich)
Esta confusión se produce porque la idea de democracia que nos han inculcado es algo así como una especie de tablero de ajedrez (símil utilizado en Cuba por el presidente Aznar) en el que cada uno mueve sus fichas siguiendo unas reglas, las cuales, no deberíamos olvidar, dan sentido al propio juego. Los movimientos de las fichas se corresponden con los diferentes actos o decisiones que se deben tomar. Pero resulta que cuando uno se pone a jugar (no hay otro remedio) se da cuenta de que las reglas no son las mismas para todos los jugadores, o sea, que los movimientos de sus propias fichas están mucho más restringidos, e incluso el tablero no es un cuadrado plano.
Esta falta de simetría es la misma que se advierte en las diferentes posturas políticas, y no tan políticas, pues se nos quiere hacer creer que todo lo que observamos no es más que las diferentes configuraciones de las fichas sobre el tablero: un conglomerado de ideas, todas ellas equivalentes, fruto de la libertad de elección de los movimientos, y que, juntas, conforman nuestro mundo (que por supuesto es el menos malo de los posibles). Pero un sencillo análisis nos muestra que, en realidad, la distribución de las fichas responde a una ley muy bien definida: la ley del mercado. Luego hablaremos más de esta ley, pero antes prosigamos con la popular simetría de las cosas.
Es importante darse cuenta de que, muchas veces, esta simetría está muy cercana al egocentrismo (¿eurocentrismo?); a la sazón ya nos decía Aristóteles (me da por pensar que quizás sus viscerales discípulos) que la «virtud está en el medio», y como buen virtuoso se situaba en el centro en su sistema cosmológico. Hoy en día, la virtud sigue plantada ahí: el paradigma de corrección política es el centro, y ante cualquier tipo de situación adversa la respuesta del gran público es creerse en medio de un "fuego cruzado", identificando dos bandos beligerantes y sin identificarse con ninguno de ellos. Pero la simetría es sólo superficial: a poco que se profundiza la simetría se rompe, las cosas ya no son tan equivalentes e impersonales, tan azarosas. Es curioso observar cómo las concepciones egocéntricas siempre aparecen ligadas, relacionadas, con teorías estáticas.
***La realidad que uno se encuentra es muy distinta: hay determinados jugadores que se pueden permitir deformar el tablero mientras llaman antidemócrata y radical al que tienen en frente. A fuerza de costumbre uno acaba amoldándose a empezar sus partidas a partir de un jaque inicial, con lo que es casi imposible sacar algo en limpio.***
Así pues, si se da el caso de que alguien, por cualquier razón, quiere jugar una partida seria (en un tablero plano, con todas las fichas, etc.) se encuentra ante serias dificultades: 1º) Su rival no quiere jugar una partida seria: prefiere las cosas tal como están; 2º) El protocolo exige que cualquier tipo de solicitud debe tramitarse a través de una partida de ajedrez (injusta). Y esto nos lleva a una situación paradójica.
Le decía el otro día a mi compañera que la solución a este problema (que es el generador de tantos otros) no pasa necesariamente por Maquiavelo, que el fin no justifica cualquier medio, pues, aunque es claro que todo fin condiciona el medio, también existen unas condiciones iniciales que uno toma como principios (llámese ética, o religión, o características personales en general). Ambas condiciones, inicial y final, definen un camino, que puede ser recto, curvo, quebrado,… Aún así, si nuestro fin es jugar una partida seria el medio preestablecido, lo que he llamado "protocolo", es inútil, y vemos cómo nuestro fin determina en cierta medida nuestro medio.
*** "La democracia no es negociable" (Jusep Borrell)
*** Puedes hablar de la acción
*** Hablar de la visión de Marx de la revolución necesaria (el Ché también habla de esto). A mi no me parece que la Historia se dirija irremediablemente hacia ahí.
*** Comentar la repercusión de los informes de los estudiantes
*** ¿ Qué postura tomar al respecto ?
Daniel Rodríguez Latorre, miembro de Entaína